Su vida es tan trágica como exitosa: un producto labrado a imagen y
semejanza de la industria de Hollywood. Al lado de su padre, el actor
Martin Sheen, y de figuras consagradas como Clint Eastwood, desde
temprana edad lo tuvo todo para hacerse un camino en la actuación.
Siempre le fue natural codearse con los grandes. A los nueve años tuvo
su primer papel en la película The execution of private Slovik (1974).
Pero así como iba descollando en sus roles sucesivos, así también iba
revelando al mundo sus desmanes y excesos: a los 11 probó su primer
tabaco de marihuana, a los 15 pagó su primera prostituta con la tarjeta
de crédito de su padre, y a los 17 fue expulsado del colegio por sus
malas calificaciones… Y cuando ya se pensaba que la adolescencia había
hecho lo suyo y llegaba una etapa de sosiego, fue recluido en un centro
de rehabilitación por su abuso con drogas. Tenía 25 años.
Sheen
pasaba de ser un actor con visos de acierto en películas como Pelotón
(1986) y Wall Street (1987), a una figura disoluta y desbordada que se
la pasaba protagonizando producciones tontas pero exitosas, como Hot
Shots! (1991). Razón de más para que Hollywood lo acogiera en su seno y
le diera una nueva oportunidad: fue entonces cuando obtuvo su papel
protagónico en la comedia Two and a half men. A lo largo de ocho
temporadas y 177 episodios, Sheen logró –¡por fin!– brillar con luz
propia: 15 millones de televidentes avalaron el cariz mujeriego y
alocado de su personaje Charlie Harper. Y, a la vez, hicieron de Sheen
el actor mejor pago de la historia de la televisión, con dos millones de
dólares por cada capítulo en la octava temporada de la serie.
El
rating no paraba de crecer, CBS celebraba el éxito de su serie insignia y
Sheen cobraba en firme su salario. Una cadena de éxito en la que “todos
ganaban” pero que, de fondo, tenía como correlato la atribulada vida
privada de su protagonista, marcada por el consumo de drogas,
prostitución, rehabilitación y violencia doméstica.
Una estrella
caída, a la que no le alcanzaba el dinero para pagar sus excesos:
afición al juego, vuelos en jet privado y complacencia por los servicios
de estrellas porno, a las que llegó a pagar 30.000 dólares por una
noche. Sumado, también, a la pensión alimenticia de dos de sus exesposas
y a la manutención de cuatro de sus cinco hijos que le costaba 1,3
millones de dólares mensuales.
Acuciado por las deudas, a
comienzos del año pasado llegó a pedirle a la revista Vanity Fair un
millón de dólares por una entrevista, un hecho al que muchos pareció un
signo de delirio: “No entiendo qué hice mal, excepto por vivir una vida
de la que todos ustedes sienten celos”, dijo al programa TMZ.
La
crisis tocó fondo después de una maratónica jornada de 36 horas de
vodka, cocaína y estrellas porno, que condujeron a CBS, la productora de
Two and a half men, a cancelarle el contrato de la octava temporada.
Ahora,
Hollywood ha decidido abrirle una nueva puerta a su hijo pródigo. En
esta ocasión, en la nueva comedia Anger management, transmitida en
Colombia por el canal TBS veryfunny, en la que hará las veces de un
psicoterapeuta experto en ayudarles a controlar la ira a sus pacientes.
Si aprende a controlar su ira, como lo hace con su personaje, y a no
tomarse tan en serio, quizá logre darle un nuevo impulso a su carrera.
Cromos.com.co